Aquí no vamos a endulzar las cosas. Si estás esperando una charla de “eres invencible, tú puedes con todo”, cierra esta página ahora mismo. No, aquí vamos a hablar de lo que realmente importa, de lo que está en el núcleo, de lo que sucede cuando te miras al espejo y no puedes evitar ese suspiro de frustración. Aquí vamos a decir la cruda verdad, y la verdad es que ninguna cantidad de frases motivacionales de Pinterest va a cambiar la relación más importante de tu vida: la que tienes contigo misma.
Primero, hablemos de la desnudez. Sí, esa palabra que te hace sentir incómoda solo de pensarla. No nos engañemos, ¿cuántas de nosotras realmente disfrutamos mirarnos desnudas frente al espejo? Yo tampoco. Pero aquí viene la primera verdad dura: evitar ese reflejo no va a cambiar nada. Es como si quisieras tapar el sol con un dedo. Mira, te digo una cosa, nadie va a venir a decirte todos los días que eres preciosa hasta que tú misma te lo creas. Así que, en lugar de huir de tu reflejo, empieza a cambiar la conversación. En lugar de “¿por qué sigues comiendo?”, di “estoy trabajando en ello”. Y no trabajes en ello por la presión social o para encajar en un molde ridículo, sino porque TÚ quieres sentirte bien contigo misma.
Segundo, la belleza interior no es superficial. No me malinterpretes, no estamos aquí para hablar solo de cremas y dietas. El amor propio va más allá de la superficie, pero la superficie también importa. ¿Por qué? Porque cuando te cuidas físicamente, estás mandando un mensaje poderoso a tu cerebro: “Yo importo”. Y no es vanidad, es autorrespeto. Es como cuidar de tu casa; si vives en un lugar limpio y ordenado, te sientes mejor. Lo mismo aplica a tu cuerpo.
Tercero, la dura realidad del auto-reproche. Esa vocecita interna que no para de recordarte todas tus fallas. Esa que te dice que no eres suficiente, que podrías ser mejor. Bueno, aquí va la verdad: esa voz no va a desaparecer mágicamente. Pero tú tienes el control del volumen. Puedes bajarlo o incluso apagarlo. ¿Cómo? Habla más fuerte que ella. Echa flores a ti misma. Recuérdate tus logros, no solo tus fracasos. Nadie va a aplaudirte todo el tiempo, así que conviértete en tu mayor fan.
Cuarto, el cuerpo como obra de arte. Pensemos en esto: tu cuerpo es una obra de arte única. No hay otra igual. Algunas somos esculturas clásicas, otras somos grafitis urbanos. Algunas somos canciones de amor, otras somos poemas de rebeldía. Pero todas somos arte. Y como cualquier obra de arte, merecemos ser admiradas, empezando por nosotras mismas. Así que la próxima vez que alguien te critique por cambiar, respira hondo y contesta con orgullo: “Sí, he cambiado. Y seguiré cambiando, porque eso es lo que hacen las obras de arte: evolucionan”.
Quinto, la importancia de la persistencia. Pasemos a lo que hacemos. La vida no es fácil, y los planes no siempre salen como esperábamos. ¿Y qué? Eso no te define. Lo que te define es cómo reaccionas. Frustrarse a la primera es un lujo que no podemos permitirnos. Admírate por seguir intentándolo, por levantarte después de cada caída. Porque la vida es así: una mezcla de triunfos y derrotas. Y en ambas situaciones, necesitas el mismo amor propio. No te des tan duro, da golpecitos en la espalda a ti misma.
Sexto, La comparación es el ladrón de la felicidad. Esa trampa en la que todas caemos. “Ella tiene esto, ella es así”. Basta. Tu vida es tuya y única. Y aunque a veces deseemos ser otra persona por un rato, eso no es real. Tú tienes tus riendas. Acepta tus vacíos y trabaja en llenarlos, pero no te obsesiones con lo que otros tienen. Cada una de nosotras tiene su propia historia, sus propios desafíos y sus propios triunfos. Así que la próxima vez que te encuentres comparándote, recuerda: la única comparación válida es contigo misma. Rétate a ser mejor para ti, no para ser mejor que alguien más.
Séptimo, el poder del amor propio en las relaciones. Ahora, sobre el amor de los demás. Es tentador medir nuestro valor en función de quién nos ama y cómo nos aman. Pero aquí va una verdad incómoda: si no te amas a ti misma, nunca creerás realmente en el amor de otra persona. Porque el verdadero amor no se trata de completar algo que falta, sino de compartir algo que ya es completo. Amarte a ti misma no solo te prepara para recibir amor, sino que también te enseña a amar de manera más auténtica. Y cuando alguien decide irse, no te lo tomes como una pérdida. Ellos son los que pierden, porque nadie puede amar como tú lo haces cuando realmente te amas a ti misma.
Vamos a ser sinceras, enamorarse de una misma no es fácil. No es un viaje que tomas y llegas a tu destino en un par de días. Es un camino lleno de altos y bajos, de momentos de duda y de epifanías. Pero cada paso vale la pena. Cada momento en que decides elegirte a ti misma, en que decides tratarte con amabilidad, es un triunfo. Porque al final del día, la relación más importante, la que dura toda la vida, es la que tienes contigo misma. Así que haz de esa relación una prioridad. Cuídala, nútrela y sobre todo, disfrútala.
¡Enamórate de ti misma!, es el acto más revolucionario que puedes hacer. Es decirle al mundo que no necesitas su aprobación para sentirte completa. Es recordarte a ti misma que eres suficiente, tal como eres. Es un viaje que vale la pena emprender, porque al final del día, tú eres la única persona con la que pasarás cada momento de tu vida. Así que, haz de ese viaje uno lleno de amor, respeto y admiración por ti misma.
Quiero terminar con una carta de amor a ti misma, léela, cuando sientas que estás lejos de ti misma.
Querida yo:
Amarnos se vuelve más desafiante con el tiempo, pero tal vez por eso me atrae más. Madurar me ha vuelto más exigente y encuentro una extraña satisfacción en aquello que requiere esfuerzo, como amarnos a tiempo completo. Cuando se me olvida cuánto te amo, me detengo a agradecerte por soportar mis caprichos y mi mente imparable. Tú eres mi obra maestra, el resultado de todos estos años vividos intensamente. Gracias por permitirme caminar por la vida con confianza y seguridad. Recuérdame, cuando lo necesite, que soy feliz siendo yo misma y que no deseo ser otra persona. Nadie más podría entenderme y hacerme reír como tú lo haces cuando estamos a solas, compartiendo nuestras locuras. Cuando me sienta cansada de ser quien soy, muéstrame una foto nuestra, recordándome que siempre hemos sido y seremos las mismas, juntas para siempre.
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