Cambiar con el tiempo no es solo un proceso natural, es una declaración de valentía. Cada versión de nosotros mismos que dejamos atrás representa una etapa superada, una lección aprendida y un paso más hacia nuestra autenticidad. Este artículo profundiza en cada una de las versiones de mí que decidí soltar, no porque fueran malas, sino porque ya no se alinean con la persona que elijo ser hoy.
Lecciones de las versiones de mí que no volvería a ser
Cada etapa de nuestra vida nos deja aprendizajes. Reconocer y honrar esas versiones pasadas es el primer paso para soltar y avanzar. Aquí te comparto las mías:
La que se queda callada para no incomodar
Hubo un tiempo en el que prefería silenciar mi voz para no generar conflictos o incomodar a otros. Creía que ceder era un acto de amor, pero aprendí que mi silencio no beneficiaba a nadie, y mucho menos a mí misma. Guardar mis pensamientos me llevaba a sentirme invisible y resentida.
Hoy sé que expresar mis ideas con respeto es un acto de valentía y autenticidad. La comunicación asertiva no solo fortalece las relaciones, sino que también me recuerda que mi voz es valiosa.
El silencio no siempre otorga, a veces simplemente ahoga.
La que se conforma con menos
Durante años, acepté menos de lo que merecía. Ya sea en relaciones, en el trabajo o incluso en pequeños detalles del día a día, me decía a mí misma que estaba bien conformarme. Creía que pedir más era ser exigente o egoísta.
Pero entendí que conformarme era una forma de negarme a mí misma. Ahora, elijo creer que merezco abundancia, amor sincero y oportunidades que se alineen con mi potencial.
La que dice «sí» a todo por miedo al rechazo
«Claro, no hay problema», decía, incluso cuando quería gritar «no». Mi miedo al rechazo me hacía aceptar todo: favores, compromisos, relaciones. Decir «sí» era mi forma de evitar sentirme sola.
Sin embargo, aprendí que cada «sí» que doy sin querer es un «no» a mí misma.
Hoy, pongo límites claros y cuido mi energía. Porque un «no» honesto, dicho desde el corazón, también puede ser un acto de amor.
La que se disculpa por ser quien es
Perdón por reír fuerte, perdón por no estar de acuerdo, perdón por ser yo misma. Esa era mi constante. Pedía disculpas por cualquier cosa que pudiera incomodar, hasta por mi propia existencia.
Ahora, entiendo que ser auténtica no requiere permiso ni disculpas. Mi forma de ser es única, y no tengo que suavizarme para encajar en moldes que no fueron hechos para mí.
Sé tú misma; el mundo se ajustará.– Coco Chanel
La que deja su felicidad en manos de otros
Creía que mi felicidad dependía de cómo me veían o trataban los demás. Si alguien estaba molesto conmigo, yo era infeliz. Si no recibía aprobación, me sentía incompleta.
Hoy sé que mi bienestar no está en manos de nadie más que en las mías. Aprendí a nutrir mi felicidad desde adentro, a validarme a mí misma y a soltar la necesidad de agradar constantemente.
La que ignora su intuición
Solía ignorar esa vocecita interior que me decía qué camino tomar. En su lugar, buscaba consejos externos, opiniones y validación. Quería asegurarme de no cometer errores, pero en el proceso, me desconectaba de mi propia sabiduría.
Ahora, confío en mi intuición como una guía interna poderosa. Escucharme a mí misma me ha llevado a tomar decisiones más alineadas con mi verdad.
La intuición es el susurro del alma.– Jiddu Krishnamurti
La que se culpa por no ser perfecta
Solía exigirme demasiado. Quería ser la mejor en todo, cumplir con expectativas irreales y no cometer errores. Pero cada vez que fallaba, la culpa me paralizaba.
Aprendí que la perfección no existe, y que mis errores son oportunidades de aprendizaje. Ahora, celebro mis imperfecciones como parte de mi humanidad y me permito ser vulnerable.
Soltar nuestras versiones anteriores
Soltar no es olvidar ni rechazar. Es reconocer que cada versión de nosotros fue necesaria para llegar a donde estamos hoy. Es agradecer las lecciones que nos dejaron y darles un lugar en nuestra historia sin permitir que definan nuestro presente.
Ser «la que se conforma con menos» me enseñó a valorar lo que realmente merezco.
Ser «la que deja su felicidad en manos de otros» me mostró que la verdadera plenitud nace desde adentro. Cada versión, aunque imperfecta, fue un paso hacia mi autenticidad.
Cambia, pero comienza despacio, porque la dirección es más importante que la velocidad. – Clarice Lispector
Abrazar nuestras nuevas versiones
Cuando soltamos con amor lo que ya no somos, abrimos espacio para lo que podemos llegar a ser.
Hoy, elijo abrazar mi autenticidad, mi fuerza y mi capacidad de cambio. No soy perfecta, pero soy suficiente, y eso es más que suficiente.
¿Y tú?
¿Qué versiones de ti misma estás lista para dejar atrás?
¿Qué nuevas facetas de ti estás dispuesta a explorar?
Permítete el regalo de evolucionar, porque el cambio es una de las formas más puras de amor propio.
Reconocer y soltar nuestras versiones pasadas no significa rechazarlas, sino integrarlas como parte de nuestro camino. Cada etapa nos enseña algo valioso, pero no estamos obligadas a quedarnos en ellas. Cambiar con el tiempo es un acto de valentía, y abrazar nuestras nuevas versiones es una celebración de nuestra autenticidad. Así que suelta sin miedo, elige con valentía y confía en que lo mejor aún está por venir.
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*Los contenidos del Club de la Tusa redactan solo para fines informativos y educativos. No sustituyen el diagnóstico, el consejo o el tratamiento de un profesional. Ante cualquier duda, es recomendable la consulta con un especialista de confianza. Fotografía: Pinterest
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